Fanáticos hay de varios tipos. Hay fanáticos de un equipo de futbol, de un artista, de una marca. También hay fanáticos religiosos y de ideologías políticas. La Real Academia Española establece que este término se aplica a las personas que “defienden con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas”. Es sobre esto último donde es interesante detenerse.
Desde hace varios meses se viene discutiendo en los medios nacionales acerca de un programa de televisión emitido por canal 7 en el cual sus periodistas tomaron una posición militante a favor del kirchnerismo. Hablamos de 6-7-8, un ciclo realizado por los mismos productores de Televisión Registrada y Duro de Domar. El programa es bastante entretenido, si tenemos en cuenta el nivel de la televisión abierta actual, y sirve para conocer un poco mejor cómo trabajan, operan y presionan los grandes medios nacionales. Desde hace varios meses apuntan sus dardos al Grupo Clarín, que concentra un enorme porcentaje de la comunicación en Argentina, ocupando así una clara posición dominante en el mercado de la información y el entretenimiento. Por eso, 6-7-8 es un envío útil para comprender por qué algunos medios informan de la forma en que lo hacen. Sin embargo, la avanzada del programa de la TV Pública va más allá y también castiga a los periodistas que trabajan en esos medios. No sólo por cómo opinan, sino por el mero hecho de formar parte del staff de periodistas del grupo.
Pero la producción y los periodistas de ese programa cometen un error insalvable: incurren en los mismos vicios que aquellos a quienes denuncian. El ciclo se contradice a sí mismo: critica que TN o Clarín sólo difunden noticias negativas para el gobierno para desestabilizarlo pero, al mismo tiempo, el programa solamente se ocupa de aquellos temas que benefician al kirchnerismo. No admite otra opinión que aquella que sea favorable al oficialismo. Y, con ello, demuestra que su lógica es la misma que la de los medios que defenestra, con la sola diferencia de que ellos manipulan las noticias para otro fin.
Tanto unos como otros actúan como fanáticos. Los grupos mediáticos afectados por la nueva ley de radiodifusión fueron perjudicados en sus intereses y responden con noticias o trascendidos que intentan predisponer mal a la opinión pública ante el gobierno. Ya no informan los hechos que ocurren en la realidad sino sólo aquello que les conviene a sus intereses económicos. Por su parte, los medios y periodistas afines al ejecutivo nacional, entre los cuales se destacan los panelistas de 6-7-8, llevan su defensa del modelo y su ataque a quienes piensan distinto hacia lugares que superan cualquier límite ético del ejercicio del periodismo.
En Las Varillas no existe concentración de medios. Afortunadamente los ciudadanos pueden elegir qué ver, leer o escuchar para informarse. Hay cinco radios, al menos tres periódicos escritos, al menos tres sitios de noticias por internet de actualización diaria a los que su sumarán otros en poco tiempo y un canal de TV de producción local. En nuestra ciudad no existe un monopolio de la información ni de la opinión. Hay medios y periodistas que piensan de una forma, pero también existen los que piensan de otra. El hecho de que algunos sean más escuchados, o más leídos o más vistos no es fruto de ninguna posición dominante en el mercado de las comunicaciones ni mucho menos, sino de una elección que diariamente hacen los oyentes, lectores y televidentes.
Sin embargo, sí existen los fanáticos. Personas que no admiten que haya otros que no piensen como ellos. Sujetos que desprecian la búsqueda de la verdad a través del debate y que la reemplazan por la descalificación del oponente. Estos fanáticos atrasan y, como tienen una estructura de pensamiento tan rígida y maniquea, se preocupan más por denostar a quien tiene otro punto de vista que por analizar sus argumentos. En última instancia, para ellos la verdad y la justicia son sólo palabras que usan para adornar sus discursos: lo único que les importa es el poder. Y para obtenerlo no miden consecuencias, no dudan en actuar, no reflexionan acerca de la corrección o no de sus comportamientos. A estos, nuestros fanáticos, no hay que temerles sino, por el contrario, enfrentar sus falacias. Y, por supuesto, invitarlos a que recapaciten porque, como dijimos hace ya algunos números, si queremos crecer como ciudad no podemos darnos el lujo de dejar a algunos varillenses afuera.-