miércoles, 3 de marzo de 2010

EDITORIAL

A menudo nos quejamos, con razón, de la calidad de nuestra dirigencia. Criticamos su escasa idoneidad, su personalismo, su deshonestidad y la falta de cumplimiento de sus promesas, en una enumeración que no es exhaustiva y podría seguir un buen rato. Motivos no nos faltan a los argentinos, a los cordobeses y a los varillenses para estar enojados. En general, existe la sensación de que, si no fuera por nuestros dirigentes, podríamos estar mucho mejor. Este estado de ánimo se refuerza cuando nos comparamos con nuestros vecinos. Vemos cómo Brasil, Chile o Uruguay lograron resolver algunos de sus problemas mas graves y, en cambio, en Argentina seguimos en una discusión que, aunque interesante desde lo ideológico, no provoca grandes resultados. Si comparamos la Provincia de Córdoba con otras, el atraso en varios rubros en evidente, y esto sin tener en cuenta los niveles de endeudamiento. Las Varillas también ha quedado atrás de varias de las localidades de la región las cuales, con menos potencial, tuvieron mayores avances.

Ante esta realidad cabe cuestionarnos por qué la inmensa mayoría de los varillenses, para limitarnos a lo estrictamente local, nos limitamos sólo a la queja a través de los medios de comunicación, o a debatir nuestros problemas en una mesa de café o en un almuerzo o una cena familiar, pero nada mas. Para ser claros: la crítica es saludable, permite conocer opiniones que enriquecen nuestros puntos de vista y, si es bien intencionada, quizás pueda ayuda a mejorar lo que está mal. Sin embargo, también parece el comportamiento mas cómodo frente a una realidad que no nos gusta. Nos quejamos y, por ese solo hecho, creemos que hemos hecho un gran aporte cívico.

Sería una tarea realmente interesante proyectar cuál podría ser el resultado de una elección municipal o de una asamblea cooperativa si se juntaran todas las personas que, a diario, manifiestan su indignación con alguna de las instituciones o dirigentes locales. Pero, en cambio, a la hora de dar un paso mas para cambiar algo, prevalece la falta de compromiso y el “no te metás”. Es casi un círculo vicioso plantear que nuestros problemas se deben solamente a la dirigencia que nos representa y, al mismo tiempo, negarse a participar para renovar esas estructuras.

Hasta que no asumamos una postura cívicamente mas comprometida y mientras no empecemos a ingresar en los partidos políticos o en las listas que compiten por la conducción de la Cooperativa o de otras instituciones, por mencionar sólo algunos casos, difícilmente la realidad cambie.

Sin embargo, y de manera fundamental, la sola participación no es suficiente. Para que la situación mejore de verdad, será necesario que los nuevos dirigentes no repitan las prácticas de aquellos a quienes vienen a reemplazar. No debe ser un mero "cambio de caras" para que nada cambie. Porque, en ese caso, el daño a la credibilidad de los ciudadanos comunes en el sistema democrático podría ser definitivo e irreversible.-